El estrés y la ansiedad son respuestas normales del organismo ante un peligro inminente ya sea real o percibido. Permiten generar la alerta y activación necesarias para hacer frente a estos peligros o amenazas y buscar soluciones. Sin embargo, se convierten en un problema cuando se vuelven demasiado intensas o desproporcionadas al estímulo que las precipita, demasiado duraderas (una vez que desaparece el peligro o reto o por incapacidad para hacerle frente) o demasiado frecuentes. La respuesta de activación y alerta que desencadenan cuyo objetivo primordial es movilizar recursos para la supervivencia es incompatible con el sueño. Por ese motivo, cuando estas emociones, se mantienen en el tiempo, acaban generando problemas psicofisiológicos como el insomnio.
Por otro lado, una vez que han surgido los problemas de insomnio, la falta de sueño, produce en el organismo una reacción fisiológica que contribuye a aumentar los niveles de ansiedad y estrés, generando mayor alerta y activación y mayores dificultades para poder relajarse y por tanto dormirse. Los mecanismos por los que se produce este efecto es una cascada de acontecimientos biológicos que tienen lugar en nuestro organismo cuando nos estresamos a nivel hormonal y neuronal, por los que se producen alteraciones en la segregación de sustancias como el cortisol, que inhibe y suprime el sueño, así como de la prolactina o la serotonina, muy relacionadas con la regulación de los ciclos del sueño, estados anímicos, percepción del dolor, etc.
A lo largo de la vida, inevitablemente vamos a enfrentarnos a situaciones que nos produzcan ansiedad o estrés; cambios, enfermedades, problemas, crisis. El objetivo, es ajustar esas emociones a la situación que las provoca y actuar para terminar cuanto antes con esa emoción. Si lo que nos genera estrés es empezar a tener problemas de sueño, hay que abordar este problema para que no se cronifique el problema.
El abordaje de estos problemas, tendría que dirigirse a aquel o aquellos síntomas más frecuentes, tratando de intervenir en todo caso en los tres niveles en los que se manifiesta la ansiedad (pensamientos, respuestas físicas y motoras).
De modo preventivo, sería conveniente para minimizar el riesgo de sufrir estos problemas, aprender estrategias de afrontamiento al estrés, de modo que cuando surjan los problemas inherentes a la vida que generen estrés, seamos capaces de hacerle frente de modo más resolutivo y eficiente. Se hace a través del aprendizaje de herramientas útiles para la vida como: planificación del tiempo, toma de decisiones o solución de problemas, habilidades sociales y asertividad, relajación, mejora de la autoestima entre otras.
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