A los adultos muchas veces nos desconcierta el actuar de los adolescentes. No entendemos las razones que los mueven ni por qué ciertas cosas les importan tanto. Entonces, comienzan las críticas, las correcciones e incluso las desconfianzas, lo cual aumenta la brecha entre las generaciones y favorece los conflictos. Por el contrario, si entendiéramos cómo ven las cosas los adolescentes y cuáles son sus anhelos, la cercanía sería casi inevitable y podríamos apoyarlos de la manera que ellos necesitan en esta etapa, donde la tarea no es ni más ni menos que descubrir la propia identidad y aprender a vivir de manera autónoma.
El inicio de la adolescencia es bastante evidente, pues está dado por la pubertad. Es el momento en que aparecen los caracteres sexuales secundarios y al ex niño toda la ropa comienza a quedarle chica. Ante eso, los papás saben que se viene un cambio grande y comienzan a prepararse leyendo libros con títulos como “¡S.O.S. Tengo un adolescente en casa” o “Manual para padres desesperados”.
También asisten a charlas del tipo “Mi hijo es un monstruo” y comentan con otros padres para saber qué les dio buenos resultados y qué no. Todo como si ellos fueran los protagonistas de esta etapa o como si el hijo se convirtiera en algo de otra especie que amenaza a los seres humanos.
Mirarlo de esa manera es una fuente importante de conflicto en las familias, porque impide poner el foco donde debe estar, que es en el hijo adolescente. No en que haga caso ni en que entienda a sus papás, sino en su persona, en descubrir, así como lo va haciendo él, quién es, cómo es, qué vida le hará feliz. Este enfoque les permitirá a los papás relacionarse con él con el respeto que se requiere para presenciar una transformación misteriosa y poder apoyar en lo que se vaya necesitando. Eso puede ser el primer paso hacia una relación padres-hijo distinta, pero igual de buena o incluso más enriquecedora de la que la que se tuvo durante la niñez.
El adolescente es crítico porque a esta edad aparece una capacidad de análisis y de pensamiento abstracto que antes no tenía. También juzga para ir decidiendo qué ideales de vida tomará como propios y qué personas le sirven de modelo. Necesita encontrar un espacio de diálogo donde pueda confrontar para decidir qué incorporará a su escala de valores y qué dejara fuera, porque así lo decide y no porque así le dicen.
Visto de esta forma, ¿no es tan terrible encontrarse como papá o mamá de un adolescente o sí?
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